Pie de foto: Votaciones en Colombia
Las pasadas elecciones locales en Colombia han sido el reflejo de un interesante proceso de evolución no solo en la vida política, sino también en la mentalidad de los colombianos. En los comicios electorales del 27 de octubre, se vivieron interesantes transformaciones en el quehacer político del país, tales como el nacimiento y creación de diferentes alianzas interpartidistas, donde los mandatarios elegidos en 24 de los 32 departamentos fueron avalados por una coalición entre varios partidos de diferentes ideologías, pero con una sola finalidad “El bien común de los ciudadanos”.
Este ejercicio de anteponer en algunos casos los ideales colectivos antes que los propios y el generar un diálogo con quienes en otros momentos fueron los contendores en la arena política, logró evidenciar que puede existir un consenso entre diversos pensamientos, lo que dista de la visión y forma de hacer política ofrecida durante décadas y siglos por el bipartidismo tradicional. Para dimensionar el fenómeno, basta revisar un estudio de la Corporación Excelencia en la Justicia realizado para el Ministerio del Interior, que cifró en 3.142 las coaliciones partidistas que dieron aval a 5.694 candidatos en todo el país.
Otro interesante punto a destacar, es el nacimiento de nuevas maneras de expresión en la vida política sumadas a las ya existentes y con trayectoria tales como organizaciones de la sociedad civil, movimientos sociales y políticos que quieren reivindicar sus posiciones en defensa y promoción de propuestas en materia medioambiental, cultura, educación, empleo, libertad religiosa, paz, emprendimiento, cuidado animal, entre otros temas de interés para el mejoramiento de la calidad de vida de los colombianos.
El significativo avance y transformación en las propuestas y agendas de campaña que incluyen temas que preocupan a los ciudadanos de poblaciones tradicionalmente olvidadas y desprotegidas tales como afrodescendientes, campesinos, juventudes, migrantes, mujeres, niñez, personas mayores y personas en condición de discapacidad, haciéndolas visibles e incluyéndolas como poblaciones prioritarias, hacen que el país sea optimista frente a esta nueva forma de hacer política.
Aunque aún hay mucho camino por recorrer y muchos obstáculos por superar tales como las investigaciones por corrupción, la muerte de líderes y defensores de derechos humanos, el deceso de candidatos a ostentar cargos públicos, entre otros temas que son innegables, cabe destacar que son más los temas positivos, de optimismo y la transformación que busca el país. Prueba de ello es el visible aumento de la población votante y la reducción del abstencionismo. De acuerdo con cifras de la Misión de Observación Electoral, MOE, desde el 2003 se presenta un pequeño pero constante crecimiento en las cifras de participación ciudadana en las elecciones locales. En los comicios del 2007 se registró una participación del 56% del censo electoral, en 2011 fue del 57% y en 2015 se registró el 59% del total de ciudadanos habilitados, y este 2019 se estima fue del 60%. Así pues, desde las reformas de la constitución de 1991 donde pasamos de ser un país que desconocía los derechos de las minorías, donde primaba el bipartidismo y el tradicionalismo, se han generado estas profundas transformaciones que dan cuenta de la pluralidad del país, de la diversidad y la multiculturalidad que en el convive, de las diferentes ideologías y pensamientos que en él pueden y tienen lugar, demostrando que se puede y que es necesario generar un dialogo que ofrezca diversas posturas y se retroalimenten las diferentes visiones de la realidad en ese proceso de re-construcción del país en el que todos nacimos y en el que todos tenemos un lugar.