Pie de foto: Juan David Vélez, en su jornada Encuentros con Colombia, escucha la intervención de Javier Urrea, en la sede de la SEGIB, Secretaría General Iberoamericana, en Madrid, el pasado 28 de junio
La curul de los colombianos en el exterior es como una olla. En ella se cocinan muchas cosas que desconocemos, se la llevan de paseo al río o a cualquier parte del mundo, juegan con ella, le dan la vuelta usándola como tambor para hacer ruido, le pasa hasta el gato por encima y algunos se la ponen como si fuera un caso de guerra.
El problema es que esa olla va e explotar porque la ciudadanía ya no aguanta más presión. Históricamente ese espacio de representación en el poder legislativo ha sido utilizado para todo, menos para representar al conjunto de la comunidad colombiana en el exterior. No es nuevo lo de la crisis de representación.
En ese contexto crítico, le hice tres invitaciones al representante de los colombianos en el exterior Juan David Vélez, quien visitó el pasado 28 de junio la ciudad de Madrid.
La primera invitación fue a que hiciéramos un debate con la ciudadanía en el Congreso de la República de Colombia, donde podamos discutir de forma serena, tranquila y argumentada cada uno de los proyectos de ley que ha presentado durante su labor legislativa. ¿Cuándo? En la mitad de su periodo legislativo, por ejemplo. Lo que se pretende es que la ciudadanía migrante tenga voz en las discusiones y proyectos de ley que se estén trabajando para la migración colombiana.
También lo invité a que utilizara en sus redes sociales y expresiones, un lenguaje más tranquilo y menos agresivo. A él le queda muy fácil cultivar la polarización y como sociedad necesitamos estar unidos ante las adversidades. En Colombia están pasando hechos muy graves y el fenómeno migratorio colombiano inicia en los territorios, lugares donde nace la emigración voluntaria o forzosa.
Si el representante Vélez no se sensibiliza con esa realidad y no se pronuncia por ejemplo con el asesinato sistemático y casi a diario de líderes sociales y campesinos, pasan dos cosas: o está él en el lugar equivocado o estamos todos ante un nudo ciego. Entendemos que sus posturas pueden ser estratégicas, pero pedimos que no se lleve por delante la unidad de más de cinco millones de colombianos en el exterior por causa de una estrategia político electoral.
La tercera invitación fue para que no utilizara la curul de los colombianos en el exterior como si fuera una olla. A no instrumentalizarla para objetivos propios y personales. Recordemos que la función de un congresista a parte de legislar y hacer control político es deberse a la ciudadanía y no a un partido ni a un jefe, sino al conjunto de la población que representa.
Entre otras cosas le pedí que no usara la curul de los colombianos en el exterior como el megáfono de su partido, sino que se convirtiera en el portavoz de los colombianos en el exterior ante todos los partidos políticos y la institucionalidad colombiana.
Colombia siempre ha estado gobernada por una clase política del siglo pasado, por eso cada vez que aparece un joven en la política renace una esperanza. Pero ser joven no es suficiente para ser buen político, de allí la necesidad de contar con jóvenes que tengan liderazgo propio y sin sombras amañadas a la vieja clase política. Al final del encuentro, le recordé las palabras de Jaime Garzón cuando refiriéndose a los jóvenes dijo “si ustedes los jóvenes no hacen nada para cambiar la realidad, nadie vendrá a hacerlo por ustedes. ¡Nadie!”. Ojalá el representante Vélez acepte mis invitaciones. Amanecerá y veremos.