Los colombianos en el exterior: abandonados a su suerte (y II)


Pie de foto: Sede del Consulado de Colombia en Madrid


El programa Colombia Nos Une, creado supuestamente para generar lazos de integración entre los colombianos que viven fuera del país, no ha logrado su cometido casi desde su puesta en marcha, producto de la burocracia, los vaivenes políticos de la cancillería y la falta de recursos para apoyar las redes internacionales de colombianos. Los consulados siguen siendo para pagar las cuotas políticas, así como las embajadas donde vienen los políticos tradicionales a jubilarse o a hacer negocios con sus empresas privadas, como ha ocurrido muchas veces en la de Madrid.

El panorama diplomático colombiano es desalentador y hemos terminado, la mayoría de las asociaciones y de los colombianos de a pie, marginándonos de las oficinas consulares que han terminado siendo además notarías internacionales para gestionar y sobre todo para cobrar en moneda local, euros o dólares o pesos los altos trámites consulares.

La idea de construir una Escuela diplomática para formar los futuros tecnócratas de la representación consular terminó siendo una utopía del palacio de San Carlos de Bogotá que sigue controlado por las cuotas políticas del presidente de turno, la burocracia de alto nivel de la burguesía colombiana que sigue moviendo los mismos personajes de la vieja guardia, al estilo de María Emma Mejía en Nueva York o ahora Carolina Barco, en Madrid.

«La burocracia de alto nivel de la burguesía colombiana que sigue moviendo los mismos personajes de la vieja guardia»

Ponemos solo de ejemplo este programa de Colombia Nos Une que se mostraba como algo novedoso y enriquecedor para poner en marcha un nacionalismo casi de tipo populista que mueve a muchos colombianos en el exterior a añorar tradiciones y costumbres, gastronomía y música que muchas veces no tomó tanta importancia en los lugares de origen al interior del país.

Ahora se ha dedicado a hacer unas ferias de servicios y microempresas colombianas que se mueven al interior de los países de residencia, como las que se realizan en Miami, Nueva York o Madrid, para supuestamente unir colombianos en dos o tres días que luego desaparecen atrapados en la lógica local de los mismos países donde viven. La construcción de una nueva nacionalidad colombiana pasará entonces por una visión distinta de las problemáticas nacionales que recoja no solo el sentir sino el compromiso de cambio presente en temas como el conflicto armado, el pos-conflicto y el proceso de paz que no podemos dejar solo en manos del Estado o de los políticos de turno sino que requiere de un compromiso serio y claro de la sociedad en general colombiana, incluido el aporte a ello de miles de colombianos que residen en prácticamente el mundo entero y que siguen soñando en un retorno que nunca se da más allá de un imaginario personal e incluso social, con las pérdidas necesarias y sustanciales de no retornar realmente a lo dejado atrás.


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