“Por primera vez en la historia de la democracia española, un latinoamericano aspiró al cargo de Alcalde de Madrid, encabezando la lista del Partido Castellano-Tierra Comunera”
Por: Álvaro Hernández
El 26 de mayo, un café con arepa marcó el inicio de un día que no sería igual a ningún otro. Los primeros mensajes por whatsApp empezaron apenas unos minutos después de las nueve de la mañana. “Álvaro, ya estoy en el puesto de votación, pero no encuentro tu papeleta”, escribía una mujer que aquel domingo se había levantado más temprano que de costumbre para ser la primera en depositar su voto.
Luego vinieron más como el mensaje de Carlos que preguntaba si tenía que llevar la papeleta desde casa o la conseguía en su colegio electoral de Carabanchel. O el de Aidé, que aun adolorida por una caída, tuvo que recorrer cuatro centros de votación porque su DNI no figuraba en ninguno de los puestos del Distrito donde trabaja interna pero no estaba empadronada.
Todos lograron sufragar ese día y hacer historia apoyando la lista del primer candidato inmigrante en encabezar una lista a la alcaldía del Ayuntamiento de Madrid.
Para muchos mi postulación significó una verdadera locura. Un hecho pintoresco que no pasó de ser una mera anécdota de unos comicios marcados por la crispación entre izquierdas y derechas que ya se había vivido apenas días antes en las Elecciones Generales.
Sin embargo, lo que la mirada corta impidió observar, fue la ilusión generada aquel domingo en 1.112 personas que se acercaron a las urnas, atendiendo al llamado de empezar a escribir la primera página de la historia política de la inmigración latinoamericana en la ciudad de Madrid y en toda la Comunidad, donde nuestra lista obtuvo 1.916 votos, un resultado nada despreciable para una campaña enmudecida por los medios de comunicación españoles, sin presupuesto y con apenas tres semanas de preparación.
Para la historia también queda el programa de campaña. No fue una tarea fácil enfrentar varios folios en blanco como antesala del parto de las ideas que se le iban a proponer a los madrileños. La decisión de dar un paso al frente en la política electoral y convertirme en el primer inmigrante en encabezar una lista al Ayuntamiento de Madrid, no podía estar vacía de contenido.
Basamos nuestra propuesta en la convivencia y le sugerimos a Madrid varias herramientas para conseguirlo. Creación de las Jutas Administradoras Locales (JAL), elección popular de esas Juntas, construcción de 131 Casas de la Convivencia, una por cada barrio; autoconsumo energético, instalación de máquinas recicladoras de envases en las estaciones de autobuses y metro, mercadillo del barrio, banco de textos escolares gratuitos, política al parque, internet gratuito y de alta velocidad en parques y plazas o la postulación de Madrid como la capital europea del feminismo, fueron algunas de nuestras propuestas.
Rebobinando aquella película hay que decir que fueron muchas cosas en tan poco tiempo. Menos de un mes antes de las elecciones, en ningún rincón de mi cabeza existía la más remota posibilidad de participar en las elecciones, y menos aún, de convertirme en la cabeza de lista de un partido español al Ayuntamiento de Madrid.
Ahora la pregunta que me hacen y que me hago es qué va a pasar a partir de ahora. La respuesta no es fácil. Seguramente es el momento que los latinoamericanos en la Comunidad de Madrid empecemos por analizar las reales opciones de visibilizar nuestros colectivos porque con ellos, también quedan al descubierto nuestras aspiraciones.
La tarea de unir antes que dividir, la de sumar antes que restar, la de dar un paso al frente antes que criticar a quien lo ha dado, es la primera misión que nos compete a todos los que nos creemos en serio el proceso de participación política que la historia dirá que arrancó un domingo 26 de mayo, cuando Carlos encontró la papeleta en su colegio electoral y Aidé por fin depositó su voto en un barrio que no era el suyo.
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Álvaro se presentó por el Partido del Progreso de Ciudades