Valentía ante la devastación

Los edificios siguen en pie, las carreteras en perfectas condiciones, los coches circulan con normalidad, no hay fuego, tampoco muertes violentas, la destrucción es inexistente, los servicios públicos funcionan sin contratiempo, la dinámica cosmopolita acorrala inexorable, campos de refugiados ni se consideran, la gente no huye, el entorno es el mismo. Parece todo igual.

Las cruentas guerras traen como consecuencia todo lo contrario. Y en esas circunstancias la desolación del panorama viene acompañada de angustia, tristeza, dolor y desamparo. Décadas suelen transcurrir para que un país vuelva, primero, a la normalidad y, luego, a crecer. Años largos marcan de por vida a los supervivientes, traumatizados por un inesperado golpe de la vida que perturbó su cotidiana existencia y sus sueños.

El Covid19 ha dejado marcas indelebles en los hogares, la economía y sus protagonistas. Y, al contrario de un conflicto bélico, el rastro del virus es aflicción, pesar, indefensión, extravío.

Asunto serio es leer como los medios de comunicación hacen eco del balance expuesto por el gobierno, donde se describe una cantidad de cifras poco o nada prometedoras, que narran cómo las familias consumen sus pocos ahorros y las grandes y pequeñas empresas se ven obligadas a implementar estrictas medidas de choque, entre las que se cuenta prescindir de gran parte de su nómina, forzando a numerosas familias a la intranquilidad y la zozobra y poniendo en riesgo su bienestar.

Sin duda, el sector más afectado es el compuesto por trabajadores autónomos y empresarios con negocios pequeños, que constituye la base de las economías globales (Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)) y, por supuesto, europea y española, agobiados ante la incertidumbre de los escenarios venideros y las disputas de poder entre quienes gobiernan, los mismos que deben tomar decisiones.

Y en ese grupo damnificado se localiza los negocios colombianos en España. Sin censo ni caracterización alguna por parte de la cancillería ni voluntad, tampoco, de la misión diplomática en este país ni, peor aún, una asociación que los agrupe, miles de emprendedores se aventuran a la deriva, solo con la ilusión de querer salir adelante. Restaurantes, panaderías, locutorios, tiendas de ropa, peluquerías, pubs, discotecas, envío de paquetería, envío de dinero, asesorías, cultura, profesionales de todo tipo, clínicas, reformas, tiendas de productos, distribuidores, entre otros, se ven abocados a la esencia de sus orígenes para salir adelante: coraje, osadía, arrojo, intrepidez, agallas, entereza, atrevimiento, disciplina… Valentía ante la devastación.


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