Precariedad y sobrevivencia


La cara oculta de los estudiantes colombianos en el exterior

Uno de los rasgos característicos de la diáspora colombiana ha sido su ingente diversidad, no solo en cuanto a los destinos elegidos, sino también, en cuanto al proyecto migratorio, sea de carácter económico, político, familiar o por estudios. Precisamente esta última, la migración por estudios, ha sido una cualidad referente en la migración colombiana.

De acuerdo con las cifras de Migración Colombia, cerca de 79.000 estudiantes salen anualmente de Colombia para continuar con su formación, llevando a que el país se posicione como el tercer mercado más importante de la región en el flujo de estudiantes al exterior. En España, estas cifras toman mayor relevancia, ya que, según datos oficiales, Colombia es el país latinoamericano que más estudiantes ha enviado al país ibérico en los últimos diez años, y en la escala mundial solo es superado por China y Estados Unidos.

A pesar de este aumento sustancial, poco se ha investigado sobre las condiciones de esta población, llevando a calificarlo erróneamente como una migración de élite, y desconociendo las dificultades que comprende su situación.

En primer lugar, la elección de su emigración, no solo se origina por las oportunidades que puede ofrecer un estudio en el exterior, sino a su vez, por aspectos más complejos entre los que se destacan: 1) los altos costes que tiene la formación de posgrado en Colombia; 2) la baja calidad académica; 3) la insuficiente oferta; y 4) su existencia solo en grandes ciudades.

Así, frente a las condiciones económicas de muchos profesionales colombianos, y la relación calidad-precio que brindan muchos países en su oferta formativa -incluso algunas con acceso gratuito- la elección de salir del país se observa como la mejor alternativa.

Ahora bien, las complicaciones para esta población tienen un carácter económico. La falta de inversión pública, y la insuficiente importancia que se le ha prestado a la educación por parte del gobierno colombiano, han llevado a reducir de manera notable la entrega de becas para estudio, siendo estas concentradas fundamentalmente en áreas de ciencias básicas y aplicadas, relegando otras áreas del saber.

Esta situación, ha conducido a que muchos estudiantes tengan que acudir a los ahorros, créditos bancarios o ayudas familiares para poder avanzar en su desarrollo formativo. A este hecho se le suma, además, su situación administrativa en el país receptor, por lo que su autorización se limita a la estancia en el territorio -no residencia-, prohibiéndole el acceso al mercado laboral, y llevándolos en múltiples ocasiones a ingresar dentro de la economía informal, bajo condiciones de explotación, inestabilidad, flexibilidad y precariedad laboral, en un afán por poder sobrellevar las cargas económicas de su manutención, a la par de continuar con su formación.

Las estrategias que ponen en marcha van desde la limitación de sus gastos diarios en consumo, así como el alojamiento compartido en casas familiares, en zonas con menor coste y de mayor distancia, de manera que el cumplimiento de su meta es trazada a largo plazo, manteniendo la esperanza que con la educación el futuro será mejor.



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