La política de los gestos


El pasado 20 de julio, como es tradicional cada cuatro años, tuvo lugar la posesión de los senadores y representantes a la cámara en nuestro país y pasaron muchas cosas, que podrían recibir el tinte de históricas, pero que desde la distancia hacen ver el panorama nacional muy turbulento y triste.

La tristeza empieza por ver que los que nos representan en el lugar más sagrado de nuestra democracia se han dedicado a realizar gestos y no ideas. Empecemos por los representantes de las Farc que llegaron con flores, reivindicando el genocidio de los miembros de la Unión Patriótica; un hecho que sin duda no podemos olvidar y que el Estado colombiano fue juzgado por esto, pero es como seguir mostrándose víctima. Me parece suficiente reivindicación el hecho de poder ocupar curules con el 0.5% del censo electoral, aupados por el proceso de paz y todavía con cuentas pendientes de su papel de terroristas en la confrontación armada.

Antanas Mockus, el carismático profesor que vio amenazada su curul al Senado por las supuestas irregularidades en la contratación estatal, hizo el famoso “calvo” y mostró, en el lenguaje más castizo, el culo frente a los que serán sus colegas y a los medios de comunicación, acción nada desconocida para el exrector de Universidad Nacional que en décadas pasadas ya lo había realizado. Algunos muy conservadores les parecerá mal educado, a los más reivindicativos les parecerá fabuloso; pero acciones como estas no deberían ser las que ocupe las primeras planas de los medios de comunicación, como sí lo deberían ser las iniciativas contra la corrupción, la mermelada, accesibilidad a la salud y educación de calidad, y que en vez de bajarse los pantalones se bajaran el sueldo y las pensiones ellos, porque tienen al pueblo ahogado en sus deleites.

Y para terminar el expresidente Uribe, ahora Senador, renuncia, porque la Corte Suprema de Justicia lo llamó a indagatoria por los delitos de soborno y fraude procesal, tratando de demostrar su grandeza al declararse impedido para ejercer como senador. Otro gesto que algunos aplauden, pero, no se llamen a engaños, su renuncia deja sin representación a más de dos millones trescientos mil colombianos que apostaron por él y segundo, el juez natural de los congresistas es la Corte Suprema de Justicia. Al renunciar se podría acoger al fuero presidencial y por lo tanto ser juzgado por la Cámara de Representantes donde tiene mayoría con sus socios de coalición.

Con este panorama los colombianos deberíamos tomar conciencia de que las elecciones más importantes de nuestro país no son las presidenciales sino las del Congreso y es donde deberíamos elegir a conciencia, para que no digan de nosotros, que tenemos los políticos que nos merecemos. Seguro que esto no es lo que merecemos.


Columnista Andres Silva en escolombia


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