Por Adriana Mosquera – Nani – Tira cómica Magola
¡FEMINISTA! me gritan en letras mayúsculas, cuando publico alguna viñeta de las mías, “demasiado amargada” me puso otro, cuando hice una serie sobre la violación de una niña indígena a manos de hombres adultos pertenecientes a las fuerzas del ejército de mi país.
Parece que hablar sobre esos temas es revictimizar, estoy segura que ese término se lo inventaron los culpables, que no querían que se tocara de nuevo el tema y poder pasar desapercibidos; de esa manera la culpa pasa a mí, que soy la que hace pública mi opinión en redes.
Que haya mujeres caricaturistas en los medios, hablando de temas que de verdad nos importan como nuestros derechos, es algo que a ciertos sectores de la sociedad les cuesta asimilar.
Alguien, además apuntaba que mis viñetas no le hacían reír, seguramente escribió porque le tocó alguna fibra; algo allí dentro se estrujó, y eso sí que me hace feliz.
El caricaturista puede ser el bufón de la sociedad, puede que arranque una risita o una carcajada, pero estoy segura que desde que las mujeres entramos en el panorama, hablando de otros temas que antes ni se planteaban, porque simplemente, el público objetivo era el hombre lector, el hombre que trabajaba y compraba el diario, el hombre que estaba en el ámbito público y al que sólo le interesaban la política, el fútbol y las mujeres buenorras.
Qué anticuado ha quedado todo eso, qué añejas las viñetas del jefe barrigón y feo con la secretaría curvilínea que se agacha y enseña todo. Y además, que poco correctas, a los ojos de unas nuevas lectoras que se incorporaron al mercado, que ganan un sueldo y que quieren que se les trate con respeto e igualdad.
Sí, el mercado manda. Hoy por hoy las mujeres entre 25 y 65 años, somos las que movemos la economía y por ende la clienta más deseada, por eso la sociedad ha tenido que remodelarse, hacer comerciales en televisión que muestren a hombres en la cocina o lavando los platos, mujeres dirigiendo empresas y tomando grandes decisiones. Todo para conseguir que esa nueva clienta se sienta identificada con una marca o un producto, y decida comprar A antes que B simplemente por su grado de empatía con el mensaje.
Muy equivocados están aquellos que etiquetan a las mujeres feministas, en una cajita donde también están los adjetivos: odiadora, amargada, pesada, cantaletuda, insoportable, cansina, solterona, lesbiana, fea y mil más. Están ignorando que simplemente se están quedando rezagados y que pronto tendrán que reciclarse para poder encajar en un mercado laboral que cambia a la velocidad de la luz afortunadamente para nosotras.
Feministas somos todos: hombres, mujeres, niños, ancianos; a no ser que seamos el psicópata de turno que sale en las noticias. Si somos normales, y buscamos en nuestros valores, encontraremos que queremos que se valore el talento, que todos tengamos derecho a voto, que podamos tener propiedades, que se tenga en cuenta nuestra opinión sobre cualquier tema, que se nos pague por nuestro trabajo, que podamos estudiar, ir a la universidad si así lo deseamos, que podamos decidir con quién casarnos o descasarnos, si queremos tener hijos o no, que se nos mire y trate como iguales. Estar en contra de estos preceptos es la base del racismo, era todo lo que se le negaba a las personas de raza negra. Decir en voz alta: “Yo soy racista” hoy es una vergüenza, sin embargo, aplicar esos comportamientos sobre las mujeres, sigue siendo aceptado a muchos niveles en nuestra sociedad.
El día que todos digamos en voz alta “Yo soy feminista”, será porque hemos avanzado y habremos entendido que no se trata de odiar a los hombres, se trata de construir una sociedad mejor con garantías para las mujeres.
Como mujer caricaturista, un oficio considerado hasta hace poco solamente para hombres, seguiré hablando de temas de actualidad, de nuestra sociedad, de cómo afecta lo que pasa afuera (ámbito público) a lo que pasa adentro de nuestras casas (ámbito privado), al fin y al cabo la sociedad se gesta en el hogar, en las cocinas, en las habitaciones, en las camas.
Hasta ahora solo habían opinado en los diarios los hombres, porque las mujeres calladitas estábamos más bonitas o más bobitas, quizá porque también reaccionábamos al mercado, en ese momento lo importante era retener a toda costa un marido que pagara las facturas, y lo mejor era evitar problemas y hacerse la de las gafas, aunque la procesión estuviera adentro.
Lamento, tratar a los hombres como a un activo económico o como a una cosa, una chequera por ejemplo; ahora eso también está muy mal visto, y yo intento dibujar mujeres y hombres autónomos, personas capaces de tomar decisiones, personas libres aunque vivan en pareja, personas que no tengan que aguantar malos tratos porque dependen del dinero del otro, para que sus hijos no pasen hambre o para tener un techo. Hay sitios donde todo esto suena a cuento, y mucho más con la pandemia que nos obliga a cambiar todos nuestros planes y nuestra forma de pensar y enfrentar el mundo, suena a un sitio ideal que no existe y está cada vez más lejano, es por eso que hoy más que nunca se debe hablar del tema y decir en voz alta y con orgullo ¡Sí, soy feminista porque quiero un mundo mejor! El equivocado, el atrasado, el raro eres tú que todavía no sabe o que significa serlo.