Aunque resulte inverosímil, la vida no es otra cosa que nuestra propia obra de teatro, por tanto, no deberá sorprendernos que nuestra propia obra se convierta en una película más. Del mismo modo tampoco es extraño que una pandemia de esta magnitud y características no pueda ser ni siquiera equiparable con una guerra mundial, y aunque es de amplio conocimiento que las guerras mundiales han sido conocidas como las más desproporcionadas catástrofes de la humanidad con los más grandes focos de mortandad nunca antes vistos en el mundo.
Toda esta barbarie se desarrolló a la vista del resto de una población, que no participó de la guerra. Sin embargo, esta guerra que vivimos a diferencia de las guerras pasadas no tiene espectadores, todos estamos adentro del combate, víctimas de la zozobra y la incertidumbre, siendo presa fácil de estas circunstancias, en espera de que los centros de salud y los cuerpos sanitarios sigan librando batallas desde los hospitales. Siendo estos a día de hoy, campos de guerra donde se libran cruentas batallas del día a día contra la muerte.
El mundo ha visto el ir y el venir de muchas guerras, pero ninguna como la actual; hay que reconocer que estas guerras pasadas, han sido guerras con minúscula dado que hoy por hoy, nos enfrentamos ante una guerra con mayúscula, una gran guerra, y aunque el mundo desde sus inicios, ha vivido entre guerras, nos enfrentamos a algo nuevo y superior que no puede ni de cerca, compararse a un conflicto bélico entre países por conquistar territorios o imponer una ideología política.
Estamos nada más y nada menos ante un combate biológico cuya amenaza es sin precedentes en todo el espacio global, de lo que se deduce que nadie por rico, fuerte o poderoso, podrá estar seguro o tener alguna garantía firme de sobrevivencia; ni las potencias mundiales ni los ejércitos más poderosos ni la inteligencia militar más sofisticada, son garantía absoluta para nadie. El mundo ya no es lo que era.
Esta edad contemporánea en el que hemos vivido hasta hoy, está cerrando su ultimo capitulo ante nuestros ojos, haciendo que, en esta tercera década del siglo XXI, veamos de manera patente la fragilidad del hombre, que ve temblar los cimientos de su mundo, tras ser amenazados por un ser infinitamente más pequeño que un insecto, que nos desafía y nos recuerda, ¡que no somos nada! Tan solo hacía falta que un virus nos recordara nuestra real condición de pasajeros en un universo frente al cual no somos nada.
Solo somos como ese hombre indefenso, que solo puede ser guiado por otros hombres; nuestros propios médicos, hombres tan indefensos como nosotros, pero que a día de hoy son los mejores soldados y héroes de guerra, de las nuevas batallas que se libran en todo el
mundo. Haciendo que nuestras vidas se asemejen a las fichas de un juego de ajedrez en el que somos un rey que se encuentra en jaque, que mientras nuestros soldados luchan, nosotros resistimos, maniobrando desesperadamente, para impedir la amenaza inminente de un jaque-‐mate.
Solo bastaba que nuestro mundo se enfrentara ante un poderoso enemigo biológico qué acecha y amenaza sin distingo de nacionalidad, etnia, condición política o social. Este enemigo está rompiendo con el modelo de vida en sociedad que siempre nos ha regido, cambiando nuestros modos y estilos de vida. Por todo lo dicho, es claro que la edad contemporánea, está escribiendo sus últimas páginas, para dar paso a un nuevo capítulo que pronto ha de comenzar.
Si lo que más ha temido esta sociedad es una tercera guerra mundial, ya estamos en una, en la que la palabra mundial se escribe con mayúscula, porque es una gran guerra y primera de este género, guerras que han de librarse en todos los ámbitos y en todas las esferas. Esto nos hace pensar que en tan solo los primeros meses de este amanecer de la tercera década de este siglo XXI, el mundo que nos rodea se está viendo obligado a preparase para grandes cambios; cambios poco predecibles frente a las posibles nuevas amenazas de esta índole.
Lo que sí se puede divisar sin hacer esfuerzo, es como se va erigiendo la nueva barrera impuesta por nuestro enemigo, es lo que denomino; el nuevo muro de Berlín, que como lo fue en el pasado, tras la segunda guerra mundial crea la máxima separación política, social e ideológica que marcó a toda una generación. Hoy como no podría ser menos y tras esta guerra que vivimos día a día, la sociedad está siendo devastada por este incontenible muro que amenaza con aislarnos, causando divisiones familiares, laborales y espirituales en nuestras sociedades.
Es decir, estamos de facto ante un nuevo modelo de vida, de convivencia y de interacción social que empezará a regir inevitablemente la conducta humana, haciendo que la incertidumbre se convierta en la protagonista de la nueva historia que ha de comenzar. La historia de una nueva era empieza a emerger ante nuestros ojos… El mundo contemporáneo ha llegado a su fin.
La edad contemporánea tras sus doscientos treinta y un años desde la revolución francesa hasta este “efecto pandemia”, comienza a dar sus últimos respiros de vida. Nuestro mundo contemporáneo, tal y como lo conocemos, agoniza… Es el comienzo del fin de una era.
¿Qué pues, sigue ahora?… Damas y caballeros… Hagan sus apuestas.