Ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre


Si algo tenemos en nuestra memoria, son los dichos con los que nos educaron nuestros padres y el refranero popular que hace parte de una gran sabiduría y de la historia de un colectivo social que, muy seguramente, construyó muchos de nuestros principios.

El refrán “ni tanto que queme al santo ni tanto poco que no lo alumbre”, me lo repetía mi madre cuando mi actuar era en excesos, o estaba demasiado acelerado o demasiado perezoso; era una clara referencia a saber buscar un equilibrio, una moderación, una homeostasis o sencillamente a una constancia.

Lo que sucede en Colombia es todo lo contrario, odiamos en exceso y amamos en exceso; si eres de un candidato, el otro es lo peor y el tuyo es lo más grande; el nuestro hace todo bien y el contrario hace todo mal; nuestros deportistas pierden y son los más malos, pero si ganan nadie nos supera; nuestros hijos son los más juiciosos, pero si fracasan son unos malos hijos; cuando estamos enamorados mi pareja es la mejor del mundo, pero cuando nos defrauda pasa a ser la miseria humana que camina.

Esos excesos de verdad son preocupantes porque no somos capaces de construir una sociedad equilibrada y respetuosa con la diferencia, porque somos demasiado pasionales o emocionales; podemos acabar con la vida de una persona simplemente por equivocarse. El caso del hombre que insulto a la mujer japonesa después del partido es un hecho totalmente reprochable, pero la verdad nuestra cultura no deja atrás el mal perder; y el hombre que entró licor en unos falsos binoculares en un estadio ruso y que fue expulsado de su trabajo, pudo darse cuenta de lo ejemplar que son las sanciones en Colombia, pero para algunos, porque también es parte de nuestra cultura, el más avispado es el líder de nuestra sociedad.

El equilibrio es necesario como principio de vida, pero en la medida en que dejemos atrás tanta pasionalidad y seamos más moderados en nuestros juicios avanzaremos como sociedad moderna, digna de mostrar y de enseñar a otros.

No sea que la próxima vez nosotros quedemos en ridículo en las redes sociales y seamos los más odiados; y de ello no estamos exceptos. Recordemos las palabras de nuestros padres y en el especial esa del refranero popular y veamos las cosas con objetividad.


Columnista Andres Silva en escolombia


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